viernes, 24 de abril de 2009

Cajón desastre


Suelo pensar bastante en el pasado. Como quien ve películas antiguas. Si me esfuerzo lo suficiente llego a tener recuerdos muy vivos...
La memoria es algo muy curioso. Es como un cajón lleno de cosas inútiles y absurdas. Y lo más curioso es que siempre olvidamos las más importantes...

¿Sabes qué? Creo que las personas vivimos a base de ir quemando nuestros recuerdos. Y a la hora de mantenerse vivos, da lo mismo si esos recuerdos eran importantes o no. Son solamente el combustible que quemamos. Cuando lanzas papeles al fuego, da lo mismo que sean recortes de revista, páginas de un libro de filosofia o billetes de cincuenta euros... Son simplemente papeles, ¿no? Mientras los quema, el fuego no va pensando "Oh! Esto es Kant!" o "La modelo de este anuncio esta bien buena!". Son simples papeles. Con los recuerdos pasa lo mismo, tanto con los que son importantes, como con los que lo son menos, como con los que no lo son en absoluto...

Creo que eso es lo que me ha permitido vivir hasta el dia de hoy. Abrir de tanto en tanto ese cajón, coger algo de su interior al azar, y lanzarlo al fuego. Y deleitarme con las cambiantes formas de las llamas al arder...



Nota del autor: Este texto no ha sido del todo invención mia. Leyendo "After Dark" de Haruki Murakami (quiero leerme toda la obra de este tio...) me he encontrado con este tema, y lo he expresado más o menos con mis palabras. Me siento bastante identificado con él :)

sábado, 18 de abril de 2009

Calma

En esta noche me abandono a un olvido
tan profundo como la oscuridad
del rincón más recóndito.

En una mano unos disonantes acordes,
en la otra un viejo libro,
y sentada a mi lado, la soledad,
silenciosa como siempre, me contempla.

De repente, sin siquiera pensarlo,
una sonrisa se esboza en mis labios,
tal vez por egoísmo...
pues este momento es mio.


Sólo mio.

viernes, 10 de abril de 2009

La tormenta de arena

"A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo.

La violenta tormenta de arena. La tormenta de arena metafísica y simbólica. Pero por más metafísica y simbólica que sea, te rasgará cruelmente la carne como si de mil cuchillas se tratase. Muchas personas han derramado allí su sangre y tú, asimismo, derramarás allí la tuya. Sangre caliente y roja. Y esa sangre se verterá en tus manos. Tu sangre y, también, la sangre de los demás.
Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya pasado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.”


Haruki Murakami - Kafka en la orilla